El impacto que ha tenido y está teniendo la crisis de la COVID-19 en la economía, la producción y el empleo nos ha mostrado que el sistema socioeconómico actual hace aguas. La deslocalización de empresas, la desindustrialización del país, la falta de algunos productos, las carencias del sector de la alimentación o una economía basada en el turismo y el sector servicios han puesto de relieve que el modelo económico liberal tiene una grave falta de resistencia y resiliencia ante choques como el que estamos viviendo.

Ante esto, la economía social y solidaria (ESS) presenta un modelo económico basado en la proximidad, la solidaridad y los valores éticos que ha demostrado que se pueden crear tejidos económicos con una mayor resistencia y capaces de dar una respuesta diferente ante posibles futuras crisis similares a la actual.

Por esta razón, desde las diferentes organizaciones de la ESS se han promovido y se están promoviendo acciones y políticas concretas con la idea de salir juntos de la crisis sin dejar a nadie atrás. Aquí abordamos algunas de ellas.

La vida en el centro

Las soluciones austericidas que se aplicaron en la anterior crisis, en la que se rescató al sistema financiero pero no a las personas, provocaron una mayor desigualdad y precariedad en la vida de la mayoría de las personas. La ESS asegura que de esta nueva crisis no podemos salir con las mismas recetas que han debilitado más todavía el tejido social y económico. Además, como también denuncian desde la economía feminista, esta precarización de nuestras vidas tiene un impacto mayor en las mujeres.

Circuitos cortos de producción y consumo

El ESS siempre ha tenido la vista puesta en el inmenso consumo de recursos y la excesiva contaminación que provoca una economía globalizada donde los productos que llegan a nuestras manos recorren miles de kilómetros. La producción basada en circuitos cortos, donde los bienes se producen cerca de la persona que los consume, ha sido una de las principales apuestas de la ESS para crear circuitos económicos menos contaminantes. Otra de las consecuencias de este tipo de sistemas es que los beneficios generados en la actividad económica se quedan en el territorio, no se derivan a países donde no se respetan los derechos laborales o no se cumplen las mínimas medidas ecológicas.

En esta crisis hemos sufrido desabastecimientos debido a la deslocalización de industrias, la parada industrial de países como China o la parálisis de gran parte del sector logístico internacional. El modelo de relocalización de la producción y recorte de los circuitos de transporte, tal como propone la ESS, evitaría muchos de estos problemas en una crisis futura de estas magnitudes.

Tejidos vecinales y de apoyo mutuo

Si hay algo positivo que se ha puesto de manifiesto durante el confinamiento ha sido la cantidad de proyectos ciudadanos o movimientos vecinales que han enarbolado redes de apoyo mutuo y ayuda. Personas voluntarias realizando la compra a población de riesgo, redes de cuidados o para conseguir material sanitario o cubrir otras necesidades básicas. Redes que funcionan con los mismos valores de desmercantilización y apoyo que la ESS lleva desarrollando y promoviendo desde hace años. Esta crisis nos ha mostrado que la colaboración y la solidaridad son valores fundamentales para poder responder en momentos de crisis sociales.

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